A
lo largo de los últimos años, el discurso sobre la importancia de la
participación de los diferentes sectores de la comunidad educativa en el
funcionamiento de las instituciones escolares ha ido ganando fuerza, tanto
desde el punto de vista normativo como desde la perspectiva del análisis
teórico y axiológico.
En
el caso concreto de los alumnos y de las alumnas, la posibilidad que se les
ofrece de participar en el funcionamiento de su centro ha de ser considerada
más allá de sus aspectos meramente organizativos y funcionales, ya que va a
constituir para ellos y para ellas un aprendizaje que puede condicionar, en
gran medida, sus actitudes y conductas posteriores como ciudadanos y ciudadanas
integrantes de una sociedad democrática.
Por
otro lado, se ha de considerar la importancia y el significado que se atribuye
al aprendizaje y desarrollo de actitudes participativas y responsables en
alumnos y alumnas desde un punto de vista social y político, por coherencia con
la naturaleza de los sistemas democráticos y porque supone, a largo plazo, un
factor estabilizador de las sociedades plurales. En efecto, la necesidad de
actitudes cívicas, participativas y ponderadas, aparece como un hecho
consustancial a la propia dinámica socio-política del Estado democrático.
Pero
hoy en día, se deduce que sus expectativas de participación en la actividad
escolar son, en líneas generales, bajas e irregulares. A lo largo de investigaciones
se ha puesto de manifiesto que este hecho parece ser debido a la acción
conjunta de diversos factores como el nivel académico de alumnos.
Si
a la complejidad que de por sí tiene el proceso participativo, especialmente
grande en un colectivo tan numeroso como el de alumnos y alumnas, se le une su
escasa o nula experiencia participativa, su falta de madurez intelectual debida
al período evolutivo en que se encuentran y el casi total abandono pedagógico
por parte del estamento docente, no es difícil comprender los pobres resultados
de sus experiencias, sus actitudes desafectas hacia la participación
institucional y sus bajas expectativas al respecto.
Con
tal panorama, tampoco causa sorpresa el poco interés que parece existir entre
los estudiantes hacia los cargos representativos y el escaso número de éstos
motivados para presentarse como candidatos a delegados de grupo o a miembros
del consejo escolar, cargos para los que no son preparados y que pueden ser
problemáticos.
Por
otro lado, la carencia de formación teórica y conceptual sobre la participación
que se da entre alumnos y alumnas en general, y entre sus representantes en
particular, contribuye a que tiendan a concebir la participación más como un
acto donde se manifiestan opiniones y se toma partido mediante votaciones por
una opción concreta. Esta concepción tan
limitada de la participación se añade a los problemas organizativos, de
representatividad y de comunicación que, entre otros, tienen los alumnos y las
alumnas para no ver al consejo escolar como un lugar de encuentro de los
diferentes sectores de la comunidad educativa.
Se
observa que alumnos y alumnas poseen mayores expectativas sobre los resultados
de su participación cuando ésta se circunscribe al ámbito de la clase o grupo
que cuando se trata de participar en asuntos de índole más general, en cuyo
caso dichas expectativas parecen disminuir sensiblemente.
No
cabe ninguna duda de que el modelo participativo que ha incorporado las
reformas educativas han supuesto un gran avance en relación a la
democratización de la enseñanza, pero, en lo que respecta al alumnado, dicha
democratización debe no sólo suponer el reconocimiento formal de su derecho a
tomar parte en su educación, sino también, y sobre todo, a contribuir al aprendizaje
de los valores y modos de conducta democráticos. La creación de falsas
expectativas sobre la participación, son aspectos que pueden activar mecanismos
de defensa en alumnos y alumnas que faciliten la interiorización y asunción de
un concepto de participación deformado y desvirtuado.
En cuanto a la
elaboración de una propuesta propia, creo que lo mejor que les podría
pasar a los centros educativos es que haya una Jornada de puertas abiertas, es decir, abrir los diferentes
centros y a través de una Gymkana intentar que todo el personal docente, más las
familias y los alumnos se impliquen directamente. El objetivo final de esta
actividad o lo que se intenta alcanzar, es que, entre todos los participantes creen
ellos mismos la Gymkana y que la pongan en práctica, puesto que al ser ellos
mismos los que piensen y lleven a cabo las actividades de la temática, puedan
participar de una forma más activa para intentar llegar más lejos con la
concienciación y la prevención de la escasa participación escolar.
En cuanto al
tema del feminismo, comentar la importancia del método de María Montessori,
cuya biografía se encuentra en el post de “Educación en Castilla y León”.
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